Ushuaia cinco años después

He de reconocer que la vuelta a Ushuaia cinco años después me defraudó en un primer momento. Aparentemente la ciudad estaba igual pero si mirabas en profundidad te dabas cuenta de los efectos devastadores de la manía inmobiliaria que había llegado también al Fin del Mundo. Afortunadamente, no se trataba de edificios sino de casitas, cabañas de alquiler y hoteles, hoteles y hoteles por doquier.

Comencé a recordar las empinadas calles y lo sufrí en mis carnes (pinchar aquí). La Avenida principal de la ciudad era un mercado persa plagado de comercios para turistas y tiendas de souvenirs (que me perdonen pero las odio, o quizás odio esa manía por comprar lo más absurdo y grotesco para llevárselo de trofeo).

Ibamos en busca de un lugar que nos habían recomendado para disfrutar de una excelente centolla… y lo encontramos lleno de turistas rusos que se hacían fotos con un ejemplar recién extraído de la pecera que tienen de escaparate y que hacían buena la foto del rey con el elefante y no por méritos de ésta sino por lo grotesco de aquella. En fin, al servirnos dos centollas una natural y otra con parmesano empezó a llegar a mi mente gratos recuerdos que ahora en un deja vu se repetían. Disfrutando con un buen vino de Neuquen (no hay viñas en Ushuaia) me vinieron imágenes de aquellos pescadores que cada día traían (ahora está prohibido) a sus casas la pesca diaria con una centolla entre sus presas. Vinieron a mi memoria aquellos hombres que arriesgaban su vida en una tierra inhóspita y salvajemente bella, aquellos que, dejándolo todo atravesaban el Cabo de Hornos desde el bello puerto de Ushuaia para descubrir lo que había al otro lado del Fin del Mundo. La Antárdida.

Así, paseando llegamos al puerto, quizás no de la misma forma que lo hicieron Fitz Roy comandando el Beagle (de ahí el nombre del canal) y Darwin descubriendo el Origen de las Especies, pero sí con las mismas ganas de continuar con una aventura apasionantemente bella: descubrir y explorar la accesibilidad de lugares de gran belleza, de vivir aventuras para que luego otros puedan disfrutarlas. Así, con mis pensamientos, imágenes cruzadas del pasado cercano y del presente descubrí que Ushuaia no había cambiado, que su esencia continuaba viva y aún si cabe incrementada. Tierra de Fuego es un lugar complicado donde los vientos del sur (Antártida) gobiernan la forma de vida en un lugar que para el verano cuenta con más de 14 horas de sol y, sin embargo llueve, nieva, graniza o hace sol en cuestión de minutos. Eso es Ushuaia, una tierra inhóspita, con una belleza salvaje y un romanticismo aventurero que fue lo que me cautivó hace cinco años y lo ha vuelto a hacer ahora.

Me quedo con esa Ushuaia aventurera, de clima hostíl y de gente impresionante como Mariano y Cynthia nuestros guías, con un corazón y pasión que van mucho más allá de su gran profesionalidad. Esa es mi Ushuaia, la que me hace llorar y emocionarme cuando navego por el Canal Beagle, impresionarme con la inmensidad del Parque de Tierra de Fuego y con la Ushuaia de Mariano, Cynthia y la que he vivido con mi compañero, amigo y también jefe Jose, sin él y sin el gran esfuerzo de Travel Xperience hoy no estaría escribiendo este post ni abriendo rutas accesibles para todos.

Gracias Ushuaia y no cambies nunca.