Terror a volar

Efectivamente, habéis leído bien, he adquirido terror a volar, no porque me den miedo las alturas desde las que me he lanzado en paracaídas o volado en parapente y lo que me queda, sino gracias a los controles de seguridad, protocolos absurdos e inservibles y a las compañías aéreas por la inaccesibilidad y hostilidad de sus naves.

En varias ocasiones vemos por medios de comunicación y redes sociales protestas hacia una compañía aérea determinada porque no permiten viajar solos a personas con diferente discapacidades y ponemos el grito en el cielo satanizando a esa compañía aérea, pasan un par de días, todo se olvida y como dice la canción «la vida sigue igual». ¿Razón? en mi opinión porque no vamos a la raiz del problema, porque satanizamos a quien ejecuta una norma y no presionamos a quien o quienes la crearon y permiten su utilización. Lo entenderán con un ejemplo sencillo: en las campañas contra la droga lo más sencillo es detener al camello de la esquina en lugar de detener a los grandes capos, con grandes intereses, donde está metida en ocasiones gente tachada de «honorable».

¿Y cual es la raiz del problema? también en mi opinión la inaccesibilidad de los aviones de al menos 58 compañías aéreas con las que he volado (hoy en día hablar de totalidad es arriesgado). Cuantas veces hemos visto a menores que vuelan solos y de los que se hace responsable la tripulación hasta su llegada a destino, ¿porqué no hacen los mismo con personas con discapacidad que vuelan solas?. También es muy sencilla la contestación: porque los menores, con perdón «cagan y mean» en el baño, sin embargo una persona que no puede caminar tiene que quedarse en su asiento durante las horas de vuelo (en mi caso 14 horas a Argentina y 9 horas a Costa Rica o República Dominicana) y hacer sus cosas ahí (de la forma que cada uno crea mejor o pueda), de nuevo en mi caso «meo» en un bote de café tapándome con la manta y «no cago» porque afortunadamente tengo control de mi cuerpo, pero sino lo tuviera tendría que medicarme o ponerme pañal e incluso sondarme para orinar si tampoco controlara esa función, como ven todo facilidades para que las personas con discapacidad viajen, disfruten y sobretodo concedan el premio de «accesibilidad mundial» a gobiernos, entes internacionales  o compañías aéreas.

Pero el «terror a volar» comienza en los aeropuertos, conocidos o no, porque cada vez que voy hay novedades cada vez más «curiosas» por definirlo con lenguaje en horario de niños.

Cuando llego con mi silla de ruedas a los puestos de control os aseguro que sudo tanto o más como quien oculta algo y temen que lo descubran. Me he encontrado en un aeropuerto español que tenga que cambiarme a una silla de AENA para llevarse la mía (valorada en 3.000 euros) por la cinta de maletas ya que el «detector de cosas feas» se les estropeó y no han podido repararlo (cuando me ocurrió esto en 2010 les acababan de conceder un «premio de accesibilidad»). La última por no extenderme ha sido en la llegada de mi último viaje, donde me recogieron en el avión con una silla del aeropuerto (lo habitual es que traigan la mía de la bodega del avión) para recogerla en la cinta de equipaje con el mismo protocolo que una maleta (así me la rompieron una vez al caerse del trenecito y pasarle por encima). Todas estas barbaridades son en nombre de la seguridad a la que, por la cuenta que me trae, jamás me opondré, siempre que tenga como principio la utilidad y el sentido común.

Me hacen gracias las grandes ONGs españolas y europeas que se les llena la boca con el «Turismo Accesible» que crean grupos de trabajo para estudiar la accesibilidad en los aviones por los que reciben interesantes ingresos como si ninguno de ellos hubiera viajado en avión o pisado un aeropuerto, y podría dar nombres pero mi costumbre es no nombrar a los que lo hacen mal.

¿Cómo solucionamos la raíz del problema en los aviones? partiendo de la base que los asientos escamoteables para colocarnos en su lugar con nuestra silla de ruedas está descartado (no por mí, claro), la solución sería, como ya lo tienen algunos modelos de avión, incorporar una silla como la usada en aeropuertos para llevarnos hasta nuestro asiento en el interior de la nave. Es tan sencillo como pedirlo a la empresa constructora a la hora de configurar la aeronave al igual que se hace con nº de asientos, compartimientos para el equipaje de la tripulación, etc. Por si a alguien le preocupa el tamaño de esta silla que permitiría llevarnos al baño a las personas que no caminamos les diré que ocupa lo mismo que el equipaje de mano de un solo miembro de la tripulación (el de una maleta trolley). De esta forma ya no haríamos de «lo nuestro» en el asiento sino en el angosto baño, en igualdad de condiciones de incomodidad que el resto de los pasajeros. ¿Parece justo no? ya que pagamos lo mismo que los demás pasajeros, que al menos tengamos la posibilidad de «cagar y mear» donde lo hacen todos.

Y la seguridad en los aeropuertos y las peticiones a veces olímpicas que nos piden para pasar el control ¿tienen solución? en mi opinión, la tienen.

1º Formación del personal de seguridad sensibilizándole hacia las actuaciones con este nicho de mercado.

2º Empatizar, pasar un día en silla de ruedas y someterse a los controles seguro podría ayudar, como hacemos nosotros en Viajeros sin límite y nuestros Experience Trip©.

3º Cambios conceptuales: una silla de ruedas o unas muletas, bastones, etc no son complementos de moda sino que forman parte de nuestro cuerpo, son «nuestras piernas» y a la hora de realizar actuaciones absurdas en nombre de la «seguridad mundial» imagínen si cuando toman un avión les «destornillaran» las piernas, se las enviaran a la bodega de la aeronave, en destino se las devolvieran por la cinta de equipaje pudiéndoselas encontrar rotas, perdidas o que no son sus piernas.

Esto solo son ejemplos que ayuden a entender mi «terror a volar» pero hay muchas más soluciones que espero que algún día entidades que empiezan por vocales y consonantes se atrevan a dar y a presionar a gobernantes y legisladores sin miedo a perder sustanciosas subvenciones.

Podemos cambiar las cosas navegando a la contra y saliendo de nuestra zona de confort o dejar que la vida «siga igual».

Por cierto, en eso de cambiar las cosas una de mis aportaciones es que en mis bitácoras no aparezca publicidad de compañías aéreas y sustanciosas ofertas he tenido, pero uno de los criterios irrenunciables para ser sponsor en mis blogs es la accesibilidad del producto o servicio, un pequeño gesto, pero si los casi 500 millones de personas con discapacidad en el mundo hacemos pequeños gestos, seguro cambiaremos las cosas para un mundo mejor.

Y para aquellos «gurús» del turismo que piensan que el turismo accesible solo concierne a quienes lo necesitan, que no olviden que mañana les puede pasar a ellos, así que a ver si además de palabras como «crack» «excelente trabajo» se os ve un poquito más de implicación y entusiasmo.

¿Tienes terror a volar por motivos similares? ¿se te ocurren más medidas lógicas y sencillas? ¿alguien sabe si la comisión de accesibilidad de aviones ya ha llegado a alguna conclusión?